Habitualmente comprendemos el amor como una reacción que, por algún motivo —belleza, simpatía, inteligencia—, nos provoca otra persona. Creemos que su surgimiento y permanencia dependen del estímulo exterior y solemos percibirnos como seres pasivos frente a él: el amor es algo que «nos ocurre» y, por lo tanto, también nos deja de ocurrir. Sin embargo, si entendemos que el amor es la fuerza que une a todo lo que existe, comprenderemos que es posible vivirlo en otra dimensión. Que aquel amor del que nos hablan las tradiciones espirituales es simplemente de otro nivel que ese sentimiento dulzón, mezcla de simpatía y atracción, al cual generalmente aludimos al hablar de amor. La vivencia y expresión de amor al cual los seres humanos estamos llamados, incluye a todo ser, sin distinciones, aunque algunos nos atraigan o nos sean más afines que otros. Es el amor como aceptación, respeto y dignificación a todo ser y al planeta en general. Es el reconocimiento del derecho del otro a ser quien es y a estar incluido por mí y por todos en la trama amorosa de la existencia.El amor brota de la conciencia vivida de que todos somos parte de una unidad que nos contiene. Brota de darse el tiempo para sintonizar con aquello que nos une a las plantas, a las piedras, al cielo, a cualquier ser humano, puesto que en la esencia todos somos lo mismo. Al abrirnos a esta claridad, nos brota una cálida aceptación a todo ser, independiente de sus cualidades o del momento que esté viviendo. Somos capaces de ver que más allá del hecho de que el otro esté bloqueado en sus obstáculos o enlodado, o confuso, o claro, es un ser vivo, sostenido al igual que todos por la esencia amorosa de la vida. Así, podemos sobrepasar el rechazo y aceptar y amar más allá de las circunstancias.El amor siempre parte de un encuentro personal, íntimo e interior con la calidez que mora en el centro de nosotros mismos. No es posible amar si no he encontrado la fuente del amor en mí, ese estado de conexión con la naturaleza y los seres humanos, esa capacidad de comprender y ver mi centro radiante y el de los demás seres.Más que un estado de ánimo, es un estado de conciencia y una actitud de vida que nos lleva a buscar lo que une por sobre lo que separa y a brindar, sin distinciones de edad, sexo, estatus, posición social, acogida y aprecio a lo que esa persona es. El amor nos conecta con el centro del otro y deja fuera todas las máscaras. Da lo mismo si de acuerdo a nuestras categorías culturales es pobre o rico, lindo o feo, importante o no.El amor es una certeza que ilumina la vida y que nos lleva a enfocar nuestras torpezas y las de los demás como un proceso de aprendizaje y evolución, que nos conduce a respetar los ciclos de los otros y a ver detrás de sus caídas y apariencias la esencia resplandeciente, y a unirnos a ella.El amor es estable a través de los ciclos; a veces se acompasa con un cálido sentir y otros con un fuerte propósito, pero permanece más allá de todos los estados que un ser humano puede cobijar. Aun cuando sea preciso separarse, irse, ya no verse más, el amor persiste como el pensamiento hacia el otro incluido en el campo amatorio de la existencia. La responsabilidad de mantener su chispa encendida es personal, no depende del otro ni de los otros, sino de mi capacidad de mantenerme conectado con mi esencia, desde donde emana la dinámica amorosa del todo.
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