domingo, 14 de diciembre de 2014

El tiempo es como el tren que no tomas.

En la vida, muchas veces caminamos de espaldas a la felicidad, queriendo enfrentar la senda de la vida por vericuetos y atajos que terminan llevándonos al despeñadero, a la amargura, la frustración y la infelicidad. Dejamos pasar hermosas oportunidades por temor a los tabúes o rumores de una sociedad que castiga con la lengua y sus dañinos rumores que irrumpen con el don de la alegría y la libertad de cada ser.
A cada instante pasa un tren por la estación de la vida, unos se quedan, otros suben y muchos continúan su viaje, solo el Señor indica nuestra posición, nos quedamos, subimos o continuamos en el tren de la vida o la muerte, así vamos marchando por valles y planicies, montañas y desiertos, somos una semilla en el pajar de Dios ¿entonces porque nos empeñamos en ser infelices?
Las caretas o máscaras que se utilizaban en las fiestas paganas permitían a las personas darle rienda suelta a sus sueños oprimidos y para no ser identificados, se colocaban dichas máscaras para evadir los dimes y diretes de los que censuran la felicidad.
Sé que cada persona tiene derecho a la felicidad pero la sociedad los condena a la amargura, al silencio, cuando es posible que cualquier hombre o mujer al ocaso de su vida pueda disfrutar de su ser, los años a veces llevan a la soledad, entonces los años dorados se convierten en años oscuros. Hoy deseo caminar contigo para que vuelvas a reír.
A veces dejamos pasar el tren de la vida.


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