Tú, que te quejas y reclamas lo que no recibes, ¿has pensado en lo que no das?
Tú, que te lamentas porque sufres, ¿te has dado cuenta de cuánto haces sufrir?
Tú, que acusas a los demás de ignorantes, ¿eres consciente de lo mucho que no sabes?
Tú, que condenas a los que se equivocan y fallan, ¿te das cuenta de tus propios fallos?
Tú, que desconfías de los amigos sinceros, ¿alguna vez te has analizado con sinceridad?
Tú, que te quejas de tus penurias, ¿no eres capaz de ver que tienes mucho más que los demás?
Tú, que criticas al mundo, ¿alguna vez has hecho algo para mejorarlo?
Tú, que sueñas con el cielo, cuando te enfrentes al infierno ¿qué llevas dentro?
Tú, que te crees tan modesto, ¿no estarás orgulloso de ser tan humilde?
Tú, que constantemente condenas el mal, ¿estás comprometido a difundir el bien a través de tu vida?
Tú, que criticas la indiferencia, ¿siembras la compasión y el amor a tu alrededor?
Tú, que te irritas contra la pobreza, ¿estás usando bien tus recursos?
Tú, que no soportas las espinas, espero que no estés cultivando rosas.
Tú, que tanto lamentas la oscuridad, ¿eres capaz de brillar con luz propia?
Tú, que tanto te ocupas y preocupas por ti mismo, ¿te preocupan también los demás?
Tú, que te sientes tan pequeño, ¿alguna vez has intentado crecer y madurar?
Tú, que te quejas de la soledad, ¿eres una buena compañía?
Tú, que no soportas la enfermedad, ¿qué haces por tu salud?
Tú, que anhelas la unidad, la armonía y la concordia, ¿has combatido la discordia en tu propia vida, en tu propio hogar?
“Tú, que te consideras cristiano, ¿alguna vez le has pedido a Jesús que venga a morar en tu corazón?”
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