Las personas con cáncer nos enseñan a vivir, nos alientan, nos contagian su fe, su fuerza, su valor para no darse por vencidos, nos animan a luchar tomados de la mano de Dios.
Es tan fuerte su luz que muchas veces pensamos que somos nosotros los que estamos realmente enfermos y no ellos.
Esto se debe a que todos carecemos de algo primordial para no decaernos y es el amor a sí mismo, a la vida, a las cosas simples que dejamos de lado, a sacrificar tiempo de vida, salud en pos de conseguir ese bien material que creemos es más importante que la dicha de vivir la vida en total felicidad, razón primera y única de nuestro existir.
Recitemos a Dios estas palabras en nuestras horas de dolor y angustia:
"Señor, ayúdame a estar quieto y dejar que tú obres".
"Ayúdanos a confiar en Ti, a no opinar sino dejar que Tú obres a favor nuestro".
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