UN PROFESOR DE UNIVERSIDAD FUE A VER A UN MAESTRO DE ZEN Y LE
PREGUNTÓ:
—¿Por qué no soy como usted? Eso es lo que deseo. ¿Por qué no soy como usted?
¿Por qué no soy silencioso como usted, y sabio como usted?
El maestro contestó:
—Espera. Siéntate, en silencio. Observa. Obsérvame a mí, y a ti mismo, y cuando
todos se hayan marchado, si aún quieres hacerme esa pregunta, te contestaré.
No paró de entrar y salir gente durante todo el día. Los discípulos preguntaban
cosas, y el profesor de universidad se puso nervioso, porque estaba perdiendo el tiempo.
El maestro había dicho: «Cuando todos se hayan marchado...».
Cayó la noche, y cuando no quedaba nadie, el profesor dijo:
—Bueno, ya está bien. Llevo todo el día esperando. ¿Qué hay de mi pregunta?
Empezaba a salir la luna, la luna llena, y el maestro preguntó:
—¿Aún no tienes la respuesta?
El profesor dijo:
—Pero si no me ha contestado...
El maestro se echó a reír y dijo:
—He contestado a muchas personas durante todo el día. Si hubieras observado, lo
habrías comprendido. Vamos al jardín. Hay luna llena y hace una noche preciosa. —Y
añadió—: Mira ese ciprés —un árbol muy alto, donde la luna se enredaba entre sus
ramas— y mira ese arbusto.
Pero el profesor replicó:
—¿A qué viene eso? ¿Se ha olvidado de mi pregunta?
El maestro contestó:
—Estoy contestando a tu pregunta. El ciprés y el arbusto llevan años viviendo en
mi jardín, y jamás he oído al arbusto preguntarle al ciprés: «¿Por qué no soy como tú?».
El ciprés es el ciprés, y el arbusto es el arbusto, y los dos están felices de ser lo que son.
YO SOY YO, Y TÚ ERES TÚ. LAS COMPARACIONES PROVOCAN CONFLICTOS.
Las comparaciones desembocan en la ambición y en la imitación.
Si me preguntas: «¿Por qué no soy como tú?», empezarás a intentar ser como yo,
y eso te destrozará la vida, porque serás un imitador, una copia. Y si eres un imitador
perderás el respeto de ti mismo.
Raramente se encuentra a una persona que se respete a sí misma. ¿Por qué? ¿Por
qué no existe la veneración de la vida, de la propia vida? Y si no respetas tu propia vida,
¿cómo vas a respetar la de los demás? Si no respetas tu propio ser, ¿cómo vas a respetar
el rosal, el ciprés, la luna y a las personas? ¿Cómo vas a respetar a tu maestro, a tu
padre, a tu madre, tu amigo, tu esposa, tu marido? ¿Cómo vas a respetar a tus hijos si
no te respetas a ti mismo?
Y raramente se encuentra a una persona que se respete a sí misma.
¿Por qué? Porque te han enseñado a imitar.
Te han dicho desde la infancia: «Has de ser como Jesucristo», «Has de ser como
Buda». Pero ¿por qué? ¿Por qué tendrías que ser como Buda? Buda nunca fue como tú.
Buda era Buda, como Jesucristo era Jesucristo, como Krisna era Krisna. ¿Por qué tendrías
que ser como Krisna? ¿Qué mal has hecho a nadie, qué pecado has cometido para tener
que ser como Krisna? Dios nunca creó a otro Krisna, ni a otro Buda, ni a otro
Jesucristo... No le gusta crear lo mismo una y otra vez. Es un creador, no una cadena de
montaje, como si produjera coches Ford. Dios no es una cadena de montaje, sino un
creador original, y jamás crea lo mismo.
Y lo mismo no tendría valor. Imaginaos que Jesucristo estuviera de nuevo entre
vosotros: no encajaría. Sería una antigualla, estaría pasado de moda y solo tendría
cabida en un museo. No habría ningún otro sitio para él.
Dios nunca se repite; pero siempre te han enseñado a ser como otra persona:
«Tendrías que ser como el hijo del vecino... Fíjate en lo inteligente que es». «Mira a esa
chica, con qué elegancia anda. Así tendrías que ser tú.» Siempre te han enseñado que
seas como otra persona.
Nadie te ha dicho que seas tú mismo y que respetes tu ser, el don de Dios.
Nunca imites a nadie: eso es lo que te digo. Jamás imites a nadie.
Sé tú mismo; se lo debes a Dios. ¡Sé tú mismo! Sé realmente tú mismo y entonces
comprenderás que eres especial. Dios te ama, y por eso eres. Por eso eres en primer
lugar, porque si no, no existirías. Eso indica el enorme amor que Dios siente por ti.
Pero el hecho de que seas especial no te compara con nadie, no significa que seas
como otra persona.
Nadie te ha dicho que seas tú mismo y que respetes tu ser, el don de Dios.
Nunca imites a nadie: eso es lo que te digo. Jamás imites a nadie.
Sé tú mismo; se lo debes a Dios. ¡Sé tú mismo! Sé realmente tú mismo y entonces
comprenderás que eres especial. Dios te ama, y por eso eres. Por eso eres en primer
lugar, porque si no, no existirías. Eso indica el enorme amor que Dios siente por ti.
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