Para saber amar a un niño, solo hay que escucharlo, saber lo que pide:
DE PAPÁ:
Que trabaje lo suficiente para que ame lo que hace y no viva cansado
Que tenga tiempo de jugar, le hace falta aventar sus zapatos, reír e improvisar.
Que no dude que lo amo igual que a Mamá aunque lo vea menos tiempo, se porque lo hace, porque nos ama.
DE MAMÁ:
Amo que llore conmigo, que me consienta, que me abrace, pero amo más que confié en mi y en que un día cumpliré mis sueños.
Que sepa que no hay mayor regalo para mi y mis hermanos, que verla contenta, porque esa será siempre la imagen que guardaré de ella.
Que entienda que por encima de lo que quiera ver en el espejo, ella es la más bella, la más cariñosa y la mejor madre: la que eligió cuidarme, como primera profesión.
DEL MUNDO:
Que nadie olvide que los caminos comienzan y terminan siendo niños, por eso entiendo y amo a mis abuelos, por eso me rió y peleo con mis hermanos, por eso cuido y consiento a mi mascota, por eso nunca dejare de hablarle a mi peluche. Por eso para nosotros los niños, no hay gente mala... solo hay adultos que dejaron de ser niños, porque les avergüenza llorar cuando duele y pedir disculpas cuando se equivocan, porque dejaron de practicar el deporte de los abrazos, de la sana competencia que termina siempre en solidaridad y de decir lo que sienten sin sentirse culpables.
Que todos los adultos entiendan que ser niños no es cuestión de edad, es cuestión de seguir siendo simples, tan simples como un recién nacido, el más desprotegido y el más confiado, es por eso que todos buscan amarlo y cuidarlo, porque les ofrece esa oportunidad... de volver a creer.
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