Un pobre campesino regresaba del mercado ya de noche y descubrió que no llevaba consigo su libro de oraciones.
Se hallaba en medio del bosque y estaba muy afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus plegarias.
Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo: “He cometido una verdadera estupidez, Señor:
He salido de casa esta mañana sin mi libro de oraciones, y tengo tan poca memoria que no soy capaz de recitar sin él una sola oración.
De manera que voy a hacer una cosa: voy a recitar cinco veces el alfabeto muy despacio.
Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar esas oraciones que yo soy incapaz de recordar.
Y el Señor dijo a sus ángeles: De todas las plegarias que he escuchado hoy, ésta ha sido la mejor, porque ha brotado de un corazón sencillo y sincero.
Orar es sentirte amado por Dios y amarlo con todo tu ser. La oración es un “trato de amor”, dijo Santa Teresa de Jesús.
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