El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido.
Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y prestarle atención.
Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo y su enfado.
Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada:
- ¿Se puede saber qué demonios estás buscando?
- ¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!, le respondió el abuelo con una sonrisa maliciosa. ¡Tu voz!
Nota: El buen humor es siempre un mejor antídoto contra las peleas que el malgenio y el resentimiento.
Aprende a serenarte cuando la rabia te domina; respira, aquiétate, ora, acude al buen humor y no te enganches.
Engancharse es responder al mal con el mal. Con razón dijo el Maestro Jesús: Ama y devuelve un bien por un mal.
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