Cada día hagamos algo de lo que podamos sentirnos orgullosos al día siguiente. Cada día, pensemos que es el primero, para vivirlo con sorpresa; y el último, para aprovecharlo como nuestra última oportunidad. Cada día, busquemos nuestra felicidad haciendo más feliz a alguien que está a nuestro lado. Sembremos una semilla de cuyos frutos podamos vivir mañana. Renovemos nuestro corazón de tal manera que no quede amargura alguna para el día que vendrá. Y no guardemos nuestras sonrisas de hoy para mañana. Sólo podremos sonreír mañana, si hemos sonreído hoy.
“Este día es todo lo que tengo, y estas horas son ahora mi eternidad. Saludo este amanecer con exclamaciones de gozo, como un preso a quien se le conmuta la sentencia de muerte. Elevo mis brazos con agradecimiento por este don inapreciable de un nuevo día. Trataré con ternura y afecto cada hora porque sé que no retornará jamás. Haré de este día el mejor día de mi vida”. Tienes hoy a la vista un material precioso para reflexionar.
Aprovéchalo. Y toma tus decisiones.
Viviré este día como si fuese el último día de mi vida.
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