Cada día los hijos se van más tarde del hogar, es más, hay treintones que aún dependen de sus padres. Eso se llama ser MANTENIDO.
Parece que las madres estamos fallando en el proceso de separación, individualidad y ayuda a los hijos a crear su propia independencia.
Eso se llama COMPLEJO DE GALLINA.
Es curioso, lo que pasa es que las madres principalmente, confundimos lo que es el amor y nos dedicamos a hacer felices a nuestros hijos, a cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no pensamos que el resultado es la infelicidad, ya que nuestros hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y a ser autosuficientes.
Eso se llama hacerlos DEPENDIENTES E INÚTILES.
En aras de una felicidad mal entendida queremos llenarlos de cosas materiales, les damos la mejor fiesta de cumpleaños, la mejor ropa, los tenis más caros, la mejor escuela, dinero para las discotecas, un carro si es posible, y constantes gratificaciones que no se ganan, que no se merecen y lo más grave que no te agradecen.
Eso se llama ALCAHUETERIA.
Te sacrificas en todos los sentidos para que tus hijos tengan lo mejor y nunca les quedas bien y lo que recibes por parte de ellos es: exigencia, egoísmo y en muchos casos descalificación y malos tratos.
Les has dado tanto, que se creen merecedores de todo. No te piden… te exigen.
No tenías teléfono celular, y no te pasaba nada.
Te conformabas con la ropa que tu mamá te podía comprar y no por eso te sentías diferente ni descalificada por no usar la marca X ó Z.
Si te llamaban la atención, te negaban un permiso o te daban un coscorrón, no amenazabas a tu mamá con denunciarla a Derechos Humanos y mucho menos le mencionabas la lista de los Derechos de los niños y de los adolescentes.
Si te ibas a una fiesta o pachanga, te comprometías a regresar a una hora determinada, que tenías que cumplir, de lo contrario no había permiso para la siguiente.
Y eso no era motivo para emitir gritos, zapatazos y azotones de puerta, o tener durante una semana sonrisas fingidas y jetas naturales.
En ese tiempo existía un valor muy importante que nos enseñaron desde pequeñas, se llamaba RESPETO.
Ahora no se conoce, no existe, no sabemos en que lugar estará o detrás de que mueble lo escondimos para que nuestros hijos no lo encuentren y mucho menos lo practiquen.
En aquellos tiempos de familias grandes, la mamá no tenía mucho tiempo para sentarse con nosotros para hacer la tarea. Y no era común reprobar materias y mucho menos perder el año.
Había valores que eran preponderantes: uno era el orden, el otro la disciplina y otro la obediencia.
Hoy en día, la mamá tiene que hacer la tarea, comprar la monografía y lo único que le falta es ir a presentar el examen en el salón de clase.
Limpiarle los zapatos, zambullirse entre los sillones buscando el cuaderno, el lápiz, o el sacapuntas y buscar en el basurero la circular que al día siguiente tiene que presentar firmada en la dirección.
Y todo este circo para que el niño no haga berrinche y no sufra una deshidratación a causa de sus lágrimas y lo más triste, para mantener la paz social en el hogar, donde la solvencia y la autoridad de la madre hace mucho tiempo no existen.
Y qué decimos de lo cotidiano en el hogar, donde para evitar conflictos y discusiones, como ya no funciona aquel estribillo de: Jorgito a la una, Jorgito a las 2, Jorgito a las dos y cuarto como si fuéramos reloj.
O el clásico “voy a contar hasta diez “va una, van dos…”
Nos convertimos en la sirvienta, recogedora de chécheres, lava platos, tiende camas.
Eso si, con la boca callada para no caer gordas con tanta habladera y no le permitimos a la niña que se desgaste ni siquiera recogiendo sus propios tiraderos.
Total para qué, ella por qué, si para eso está la mamá, ¿querías hija, no?.
Y aparte mi mamá ni trabaja se la pasa en la casa todo el día sin hacer nada. Claro esa frase la han escuchado de alguien en casa.
En aquellos tiempos no te sobreprotegían, ni te solucionaban los problemas, tenías libertad hasta para cometer errores, lo cual te llevó a desarrollar un sentido de responsabilidad y de identidad.
Eso se llama CRECER.
Dentro de este proceso de crecimiento no estaban exentos un coscorrón o una que otra nalgada bien puesta, mismas que a nadie le ocasionó ningún trauma, ni hubo necesidad de llevarte al psicólogo.
En aquellos tiempos la voz de mamá se escuchaba con respeto, las órdenes de mamá se acataban sin protestar y los consejos de mamá no eran catalogados como cantaletas, rollos o monsergas.
Ni le decías a tu mamá “ya cállate”.
En aquellos tiempos la mamá ponía los límites.
Las reglas y las condiciones y no tenía miedo de que el hijo o la hija le dijeran: aquí no me comprenden, no me dejan ser, “me voy de la casa“
¿Pues adonde te ibas a ir que te trataran mejor que en tu casa?
En aquellos tiempos la mamá no tenía miedo de llamarte la atención y “que te enojaras”.
Total que tenías dos costos enojarte y volverte a contentar.
En aquellos tiempos si no querías comer, te quedabas con hambre, porque no te daban dinero para comprar porquerías en la venta de la esquina. Además la mamá se levantaba temprano a prepararte el desayuno.
En aquellos tiempos tu mamá no te justificaba tus malas calificaciones, ni tu mal comportamiento en la escuela, ni la falta de respeto a los maestros, ni tu falta de colaboración y apoyo en tu casa.
En aquellos tiempos la mamá decía no. Y no, quería decir NO.
En aquellos tiempos mi mamá no tenía como asistente educativa a la televisión. Se daba tiempo para escucharme, de acuerdo a sus posibilidades me informaba, pero sobre todo me formaba.
En aquellos tiempos la figura de la mamá era muy diferente a la actual, en aquellos tiempos el amor, el respeto y la consideración
No daban cabida a los actuales calificativos: Mi mamá está loca, está menopáusica, es una histérica, está neurótica, es una frustrada, y quien sabe cuántos calificativos más.
Mismos que me causan una gran pena, no sé si por quien los emite o por quien los recibe.
¿Que vamos a hacer con los hijos de hoy?: Egoístas, aprovechados, dependientes, irresponsables, irrespetuosos, groseros, estafadores económicos y emocionales?
Si no le das dinero, te lo roba, porque así se llama la acción de tomar algo que no es tuyo.
Enséñales a ganar su propio dinero con honestidad, para que sepan
lo que cuesta administrarlo y disfrutarlo.
Enséñale a valorar la oportunidad de estudio, no todas las personas tienen el privilegio de prepararse, tener una profesión y formar un plan de vida. No le permitas que te amenacen con salirse de la escuela
y no estudiar.
¿Qué vas a hacer con un parásito en tu casa?..
Enséñale a respetar a sus semejantes para que cuando tenga su pareja la sepa cultivar y procurar.
La igualdad entre hombres y mujeres no es faltarse al respeto,
ni tener jerarquías ventajosas.
Enséñale a formar su escala de valores que lo hará un ser humano
de bien, útil a su familia y a la sociedad.
Hazle conciencia que los valores no han pasado de moda ni son
piezas de museo.
Enséñales a quererse a sí mismos para que cuando tengan sus hijos, los amen y eduquen.
Para que tenga credibilidad en la relación de pareja, y no opte por la unión libre que engendra la promiscuidad y la falta de selectividad afectiva.
Tus hijos son tu responsabilidad cuando Dios puso en tus brazos ese pequeño ser, te lo dio limpio, sano, puro, te dio un maravilloso material para que tú elaboraras una extraordinaria obra de arte.
¿Qué has hecho con ese pequeño ser? ¿En qué lo has convertido?
¿qué cuentas le vas a entregar al Creador de la misión que te encomendó?, de formar un ser humano de bien.
Dios castiga también la falta de atención y la negligencia.
Haz un examen de conciencia y reconoce tus errores y enmiéndalos, reconoce tus carencias y prepárate, busca tu dignidad y recupérala.
Hoy nos preocupamos por llenar de cosas materiales a nuestros hijos
y olvidamos por completo sus necesidades morales y espirituales, también el alma necesita de alimento.
Enséñale a conocer y a practicar la generosidad, hay muchas cosas que dar: una sonrisa, una flor, amistad, amor, compañía, una palabra amable, una oración, un pensamiento positivo.
Un corazón generoso siempre estará rebosante de paz. Dale la oportunidad de estar en paz, pero primero debe de conocerla.
Despierta MAMA Despierta.
Vamos a ponernos las pilas, hagamos de nuestra escala de valores un estandarte y párate al frente, para que tus hijos puedan identificar de cerca el respeto, la comunicación, el compromiso, la honestidad, la humildad, la cortesía, la prudencia, la generosidad, el agradecimiento, la nobleza de corazón que es lo que hace seres humanos de excelencia.
Sé una madre responsable de tiempo completo, desarrolla en tus hijos raíces profundas para que crezcan y alas fuertes y ágiles para que vuelen y Dios premiará tu esfuerzo.
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