Yo quisiera dejar de ser niño y que me conviertas en un perrito; pero no uno vagabundo, sino como el de Francisco.
Yo sé que Tú lo conoces…
Es un cachorro muy bonito, con ojos del color del cielo, y mirada que llega al infinito.
Te extrañará este pedido, parece broma, pero es en serio; cuando te explique mi motivo entenderás porqué te lo pido.
Tengo el corazón muy triste de escuchar tantos gritos al llegar a casa de noche con los bolsillos vacíos.
Nací pidiendo limosnas bajo el calor y bajo el frío, mientras en una casita muy cómoda vive el perro de Francisco.
A él lo sacan a pasear de lunes a domingo, y le compran alimento que me han dicho, ¡es carísimo!
Lo bañan y lo perfuman, luce siempre limpiecito, ¡y si vieras las caricias que recibe este cachorrito!
Yo lo miro… y sí, Señor, perdóname, pero lo envidio; yo jamás en la vida he recibido tanto cariño.
Cuando a mi casa regreso, ya muy tarde y sin un cinco, me tratan como a un delincuente pues dicen que ni para pedir sirvo.
Por eso, Tú que todo lo puedes, conviérteme en un perrito; dicen que ellos no tienen alma, así no sufrir más, te pido.
Quiero que me tengan en brazos, pues debe ser un lugar muy tibio... sé que es feliz, el cachorro, se le nota en los ojitos.
Tal vez si tuviera yo madre, todo sería distinto; y ella cuidaría de mí junto con mis hermanitos.
Podría decirse entonces
¿que doy por hecho el pedido?, sé que no me arrepentiré, al ser convertido en perrito.
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