Las secuelas del accidente impidieron que Frida pudiese cumplir uno de sus sueños: tener hijos. Sufrió tres abortos. La vida con Rivera era pasional e intensa. Su amor por la pintura les unía absolutamente. Él fue el mayor admirador de la pintura de Frida, una pintura personal, naif, honesta, sincera y tremendamente original que se apartaba de todos los cánones, a pesar de que muchos, como André Breton, pretendieran encasillarla en alguna tendencia como la surrealista: “No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero de lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser. Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad… Lo único que yo sé es que pinto porque tengo la necesidad de hacerlo, pinto siempre lo que me pasa por la cabeza sin ninguna otra consideración… El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura. ¡Una mariposa renace florecida en fiesta de colores!”
La persecución política que estaban sufriendo los comunistas en Méjico hizo que, en 1931, se trasladasen a vivir a los Estados Unidos. A Frida el estilo de vida norteamericano nunca le gustó y fue muy crítica con él. En 1935 regresan a Méjico, a su adorada casa azul. Allí, entre 1937 y 1939, vivirá su exilio con ellos el revolucionario Leon Trotsky. Frida y él fueron amantes. El 21 de agosto de 1940 Trotsky fue asesinado por el estalinista español Ramón Mercader. Frida y Rivera llegaron a ser detenidos como sospechosos de haber participado. Su estrecha relación con Trostsky y su pertenencia al Partido Comunista de Méjico eran los únicos indicios en los que se basó la policía para detenerles. Aquello no tenía ningún sentido. Poco después fueron puestos en libertad.
Frida no fue una pintora prolífica, su obra no alcanza los 150 cuadros, pero sí una pintoraautodidacta que forjó un estilo propio en todo lo que hizo. Desde su propia estética personal, sugerida por Rivera, utilizando siempre trajes tradicionales y ornamentos populares mejicanos, a todos y cada uno de sus cuadros. Defensora a ultranza de las culturas indígenas y de todo lo popular, tanto ella como su obra han pasado a convertirse en un icono étnico que defiende el contacto con la naturaleza, el amor a la madre tierra y la autenticidad del sentimiento y los valores de su pueblo: “El hombre es dueño de su destino y su destino es la tierra y él mismo la está destruyendo hasta quedarse sin destino” Frida es su vida y también su obra, ambas son inseparables.
El dolor y la soledad fueron siempre sus más fieles compañeros de viaje. Incluso en sus últimos años, el destino quiso ser cruel con su débil físico una vez más. Una gangrena hizo que le amputasen parte de su pierna. La fuerte depresión que sufrió entonces la empujó al alcohol y al suicidio: “La vida insiste en ser mi amiga y el destino mi enemigo… Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior… El dolor no es parte de la vida, se puede convertir en la vida misma… Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar… Doctor si me deja tomar este tequila le prometo no beber en mi funeral…”
Su amor por la pintura fue esa tabla de salvación a la que ella se agarró con todas sus fuerzas: “La pintura ha llenado mi vida. He perdido tres hijos y otra serie de cosas que hubiesen podido llenar mi horrible vida. La pintura lo ha sustituido todo” En 1953, en la ciudad de Méjico se organizó la única exposición individual que se le había hecho en su país. Su deteriorada salud le impedía asistir, pero Frida hizo que la llevaran en una ambulancia con su cama de hospital a la Galería de Arte Contemporáneo. Allí, en medio de la sala, cantó, bebió y disfrutó de uno de los momentos más felices de su vida. Sus últimos meses fueron terribles. La depresión y el dolor no dejaban de acosar a una mujer que, por encima de todo, amó la vida y la pasión por vivir, una mujer que, habiendo sufrido lo que sufrió, llegó a decir:“¿Pies? para qué los quiero si tengo alas para volar” En sus últimos meses escribió poemas y un diario en el que no ocultó sus repetidos intentos de suicidio. Aun así salió una vez más a la calle con su silla de ruedas. Fue para unirse a la manifestación de protesta contra la intervención estadounidense en Guatemala. Murió doce días después. No se realizó ninguna autopsia. La última frase que escribió en su diario fue: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás” Frida fue hermosa en la vida y bella hasta en el dolor. En vida la mayoría la conoció por ser la mujer de Diego Rivera. Tuvieron que pasar años tras su muerte para que el mundo la reconociera como lo que realmente fue: un ser libre y sensible que ganó la partida de la vida a pesar de que el destino no quiso darle buenas cartas ni una sola vez. Frida fue hermosa, muy hermosa, quizá demasiado hermosa para un mundo como este.
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