viernes, 5 de junio de 2015

COMO UNA FLOR.

Hoy he estado pensando… y observándome he decidido que soy como una flor.

Bella por dentro y por fuera, con un gran corazón y bellos pétalos a mí alrededor, con un largo tallo, unas hojas elegantes que constituyen mis brazos y con fuertes raíces que se sujetan a la tierra arraigándose a ella como si fueran mis pies.

Mi corazón está lleno de luz y amor y, mis pétalos, son las herramientas que Dios me dio para vencer todas las adversidades y dificultades por las que deberé pasar para aprender y fortalecerme. Son herramientas variadas porque ya sabía Él que para cada época de mi vida me haría falta una distinta aunque a simple vista parezcan iguales.

Con esas hojitas que puso en mi tallo, que son una extensión de mi corazón, puedo abrazar a los demás, puedo sanar, puedo crear, puedo hacer. Con ellas puedo honrar, puedo orar y además me puedo abrazar a mí misma, así me doy todo el amor y el cariño que necesito, sin tener la necesidad de buscar en el afuera y en los demás lo que yo me puedo dar. De este modo nunca me siento decepcionada, porque si me quiero yo, el amor externo que me den los demás será siempre un bienvenido suplemento, pero no una necesidad.

De cualquier modo nunca viene mal una mano amiga que se pose en tus pétalos y los acaricie con dulzura, ni otros brazos que te envuelvan en su calor y fortaleza y te abracen con ternura y te hagan el amor...

Tengo un tallo flexible, que parece que se va a quebrar en cualquier momento pero que es increíblemente resistente, además esa flexibilidad me permite bailar con la caricia de la brisa, mecerme en la suavidad del canto del viento, del susurro de las hojas de los árboles más grandes que están ahí para protegerme. Y cuando danzo con el entorno, sin oponer resistencia, todo es alegría en mí y fluye, y fluye y fluye sin ninguna resistencia.

Además me dieron unas hermosas y resistentes raíces internas que están arraigadas a la tierra porque a ella pertenecen y sobre ellas me elevo hacia la luz y la claridad del cielo, mi padre. A través de esas raíces me nutro de mi madre cósmica, ellas me permiten agarrarme todo lo que necesito cuando es necesario y soltar lo que ya no me hace falta cuando ha dejado de serlo.

Tengo la gran bendición de extraer del estiércol donde crezco el abono que necesito para mi crecimiento, me quedo con lo útil y lo bueno sin permitir que su mal olor o su sabor amargo manchen mis pétalos o les resten frescura. Y lo transformo en sutil y embriagador perfume que llena de almizcleños aromas todo el aire que me circunda y rodea.

El sol calienta mi cuerpo y lo nutre de energía renovada todos los días, la lluvia limpia el polvo que se acumula en mis pétalos y hojas, en mi tallo; los refresca y alimenta dándoles más brillo y potenciando mucho más mi belleza.

El agua me equilibra, me serena, me relaja y me ayuda a sentir segura a la vez que apaga mi sed y me hace ecuánime y equitativa. Me encanta salpicar mi rostro con el agua cantarina del arroyo, me llena de energía y me hace sentir limpia. Y si por casualidad la tormenta es muy fuerte y arruina alguno de mis pétalos, no tengo miedo porque sé que hay que renovarse de vez en cuando, y que siempre habrá otro pétalo esperando para nacer porque siempre tengo aquello que debo tener. En mí, todo adquiere siempre la perfección y el amor infinito de la energía del Universo, que es simplemente perfecta.

El cielo me cubre con su manto azul haciéndome saber que hay mucho más de lo que puedo ver desde la Tierra ya que mi visión desde aquí es limitada porque así lo escogí. Elegí el velo del olvido para venir a vivir la dualidad de la vida. Las estrellas iluminan a la vez mi noche y mi camino. La luna no permite que se apague nunca la luz del sol que siempre está ahí brillando para mí aún en los días nublados. Pues sé que sobre esos nubarrones siniestros que amenazan mi alegría natural no hay más que luz divina. Y la tierra me da cobijo, me acoge, me permite vivir en ella y de ella y me ayuda a transmutar todo aquello que ya no necesito porque ya no me sirve o ha sido superado.

Transformo el dolor en alegría y la tristeza y la pena en gozo… pues allí donde me llevan lo lleno todo de belleza y lo inundo con mi dulzura y mi fragancia. Convierto lo débil en fuerte y mi etérea sutileza en fortaleza, coraje y valentía. Y acepto aquello que no puedo cambiar sin lucha, sin pelea, sin resistencia.

En mí se posan las bellas y coloridas mariposas, alimento a las abejas. Siempre hay insectos y pequeños animalitos a mí alrededor procurándonos un beneficio mutuo y acompañándonos. Siempre hay alguien que me busca, no para hablar, sino para compartir el silencio.

Me siento orgullosa de ser una bella y delicada flor. Y me siento agradecida por todo cuanto acontece en mi vida, pues entiendo y comprendo que todo es como debe ser.

Dedicado a todas las flores del mundo que hoy se sientan como yo.


1 comentario:

  1. Hermosa reflexión, un poco larga, pero vale la pena leerla.
    ¡Me encanto!

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