Se busca a un padre que después de engendrar al hijo esté presente para darle la bienvenida al mundo. Que desde allí él pueda sentir que hay una voz tierna, compasiva y amorosa que la escuchará todos los días de su vida.
Se busca a un padre que cuando su hijo comience a dar los primeros pasos, él esté allí para tomar sus manitas, y al dejarle caminar sólo, celebre con aplausos sus primeros triunfos incluyendo sus caídas.
Que allí él pueda confiar que esos brazos fuertes le ayudarán a caminar todos los senderos que tienen por delante.
Se busca a un padre que cuando su hijo comience a balbucir sus primeras palabras, le enseñe a pronunciar las palabras: "amor", "obediencia", "honestidad", "verdad"; pero sobre todo, que le enseñe a pronunciar bien la palabra "Dios", pues aprendiendo ésta, hablará muy bien las demás.
Que allí él pueda ver el valor del ejemplo entre las palabras que se enseñan y las palabras que se viven. Que pueda ver la correspondencia entre el dicho y el hecho.
Se busca a un padre que cuando su hijo comienza a decir "y ¿por qué?...", para dar todas las respuestas,o por lo menos para oír con interés todas sus preguntas.
Que allí él pueda conocer el valor de ser oído, y con ello se entienda que él es un ser humano que demanda y exige respeto, aunque todavía no sea un adulto.
Se busca a un padre que sepa disciplinar y orientar a su hijo a tiempo, antes que llegue el día cuando tenga que llorar por su rebeldía y su mal comportamiento. Que allí él pueda establecer la diferencia entre la tolerancia y el respeto o entre el ser consentido y exigirle obediencia.
Se busca a un padre que tenga tiempo para jugar con sus hijos, para leer juntos, para llorar juntos, para soñar juntos; pero sobre todo, que tenga tiempo para explicarle el camino a la eternidad.
Que allí él pueda que ver que el hombre “fuerte” también puede ser como un niño. Que el hombre “serio” y “regañón” tiene tiempo para estar con él ahora y orientarlo mañana para su destino eterno. Que le demuestre con su presencia lo importante que es su hijo para él.
Se busca a ese padre, porque aún cuando esté presente como padre proveedor, se requiere de él, la figura del padre conductor. Esto es dicho porque hay padres que le legaron a sus esposas la responsabilidad de la disciplina y el buen orden en sus hijos. Tales padres nunca han entendido que su función es ser “cabeza del hogar”. El padre que descuida su rol en la familia no deberá quejarse cuando sus hijos, ya crecidos, no le den el valor, la honra y el respeto que él merece. Pero también se busca a ese padre porque algunos irresponsablemente han dejado a sus hijos. Muchos padres no miden las consecuencias del abandono.
No ponderan la tragedia que acarrean a sus hijos cuando toman la nefasta decisión de un divorcio. Hay hijos que reclaman las caricias, el abrazo y las palabras de reconocimiento del padre que les abandonó por otro hogar. Y aquí, ni siquiera la presencia del nuevo “padre” logrará suavizar las cicatrices indelebles en esas vidas jóvenes. En este punto los padres debieran saber que sus hijos no son culpables de las diferencias conyugales de sus progenitores. Nada hace más fuerte y sano a un hijo que el contar con un hogar estable, donde los padres, campaneando los vendavales de la separación, se mantienen juntos bendiciendo con ello a sus hijos, los hermosos frutos de esa unión.
¿Cuál será la recompensa al encontrar a ese padre? Amor en lugar de odio. Respeto en lugar de menosprecio. Admiración en lugar de vergüenza. Obediencia en lugar de rebeldía. Confianza en lugar de indiferencia. Seguridad en lugar de temor. Cuidado en lugar de abandono. Y sobre todo, un ejemplo a imitar en lugar de buscar a un sustituto. Ser padre, por lo tanto, no es traer hijos para que otros lo críen. No es exigirles ni pedirles lo que nunca se les dio. No es corregirlos sin que ellos desconozcan las razones. No es dejarlos sin amor, protección, educación y relación afectiva. Ser padre, es adquirir un compromiso consigo mismo, donde se pone de manifiesto la integridad y los valores; es un compromiso con el hijo mismo, debido a su expectativa de dependencia y dirección para la vida; es un compromiso con el estado y la sociedad, pues su conducta ciudadana será el reflejo de una paternidad responsable. Pero aun más, es un compromiso con Dios, pues la Biblia nos dice: "He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre". (Sal. 127:3) De modo, pues, que ese padre está siendo solicitado por sus hijos, por la sociedad, por la iglesia y por sobre todas las cosas, es solicitado por Dios.
¿Lo será usted?
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