- Emilio dime que vamos a hacer con papa, para mi es una carga somos cinco hermanos y yo soy el menor de todos, creo que es mucho el peso que debo de soportar, al menos creo y pienso que también tengo derecho a vivir, no!!! Ustedes la pasan bien los días de semana y solo se asoman un de vez en cuando para ver como se encuentra el viejo, solo soy yo quien le prepara el desayuno, el almuerzo y la cena y me estoy atrasando mucho con la facultad aparte he notado que el esta mas gruñón y regañón, todo le molesta, todo le ofusca, necesito un respiro por favor. Reunido los cinco hermanos en la casa que los vio crecer, aquel ceno del hogar ejemplar en el cual se alimentaron, estudiaron y hasta se albergaron algunos de ellos los primeros años de casados hasta que pudieron remontar vuelo solos como matrimonio y adquirir su propio hogar, ponían en tela de juicio la estadía de su padre, pues ninguno de ellos quería albergarlo en sus moradas, porque ninguna de las esposas lidiaría con el peso que Damián el menor de los hermanos estuvo cargando desde hacía varios años. El mayor de ellos Emilio manifestó que en su casa no tenía lugar y que él estaba dispuesto a pagar parte del dinero que un hogar de ancianos cobraba por la internación de su padre, José, Pedro y Aníbal apoyaron aquella solución que les daba su hermano mayor porque ninguno estaba de acuerdo con llevarlo a su casa para que el menor de ellos pudiera terminar la facultad. Los hermanos reunidos ultimaron detalles para aquella internación, hicieron varias llamadas, y dividieron el dinero del primer mes, ya estaba todo listo para ellos, pero había un detalle menor que se les paso por alto... Su padre!!! Aquel hombre que los vio nacer, quien les brindo abrigo, aquel que paso noches enteras en vela cuando se manifestaba alguna enfermedad en ellos. Hoy es solo eso... un viejo, un estorbo, claro ya hicieron sus vidas, tienen esposas e hijos, para que cuidarlo y perder el tiempo en el sí con el dinero es mas fácil, todo se arregla, todo se acomoda, todo se puede y logra... Aquel viejo, su padre, detrás de la puerta escucho aquella conversación que quebró su corazón en dos, cuando el dio vida hoy se peleaban entre hermanos para devolverla hacia un lugar desconocido. Simplemente un viejo quien detrás de sus lagrimas albergaba el alma destruida, no por la decisión del internado, más bien porque en cinco hijos no encontró el consuelo de la protección que él les brindo un día cuando salía a defenderlos ante cualquier ofensa, aquel que firmo sus libretas de calificaciones de la escuela, el que más de una vez fue citado por las maestras... hoy un viejo, que ya no vale la pena... Porque el amor que el sembró un día hoy se lo devolvían en desinterés. El hombre salió de su casa, llevo consigo una lata donde guardaba sus ahorros y solo se interno en un hogar de ancianos. Cuando sus hijos le buscaron durante dos días y pudieron establecer su paradero, el hombre les recibió con los brazos abiertos y sin rencores en su corazón simplemente les dijo: ” no les llame pues están todo el tiempo ocupados, yo soy un simple viejo, para ustedes tal vez un estorbo, les amo hijos míos” Los cinco con lágrimas en los ojos abrazaron al anciano padre y se fundieron en un abrazo que duro varios minutos, comprendiendo que a veces las obligaciones de la vida y el desinterés te separan de lo que más amaste.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Un Padre y sus Hijos.
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