martes, 22 de diciembre de 2015

“Te quiero tanto que hasta duele respirar”.





En Navidad es cuando más recordamos a los fallecidos
En Navidad recordamos mucho a los seres queridos con quien en el pasado compartimos días alegres y festivos. 
Les extrañaremos siempre, que en paz descansen.
¿Cómo no recordarles y añorarles en Navidad? ¿Cómo no extrañarles cuando vemos su asiento vacío?Nos han dejado un vacío que nunca podremos llenar.

Nunca llega el olvido de un ser amado que ha fallecido, pues siempre estarán en nuestros corazones, en cada cosa que hacemos o dejamos de hacer… 
Tratamos de superar el dolor de su pérdida, pero la muerte no se supera nunca, sólo se puede aprender a vivir sin ellos a nuestro lado.
En Navidad recordamos más a quien el día de ayer estuvo a nuestro lado y que ya nunca más podrá estar, ni tan siquiera para darnos un abrazo o una sonrisa. Nos resignamos, recordando los momentos vividos con ellos, las Navidades pasadas a su lado… unas Navidades que nunca más serán lo mismo, porque nunca más estarán.
Cerramos los ojos y por un sólo instante quisiéramos volver hablar, o tocar sus manos o abrazarlos… pero ya no están.
Y alzamos la mirada al cielo, con la esperanza de que quizás nos estén mirando desde lo alto, escuchando nuestro corazón… y al hacerlo, lágrimas se forman en nuestros ojos.
Ojalá hubiese una escalera hasta el cielo para poder abrazarlos y decirles que les extrañamos, que nada ha sido igual desde su último aliento.
Mas la vida continúa, no queda más que confiar que Dios nos dé un bálsamo para aliviar el dolor. Así es la vida, nacemos y morimos: los que se van primero lo hacen dejando un largo camino de tristeza para los que quedamos atrás.
Sí, ojalá hubiese una escalera hasta el cielo para abrazarlos por Navidad y decir “te quiero tanto que hasta duele respirar”.




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