Todo está por hacerse, todo por conocerse y todo por comprenderse: porque de no ser así, la vida de cada quién dejaría de tener un sentido, un para qué; una causa o quizá una razón de su experiencia.
Cuando nos parece que la vida es eso así tal y como se nos presenta, con sus etapas más felices y sus momentos no tan apreciados; no tenemos dudas ni inquietudes por averiguar cosa alguna más allá; porque sentimos que todo es normal aún cuando quizá aparezcan las críticas, los enojos, los juicios, la escasez o la abundancia, la salud o la enfermedad; pero todo estará en el contexto de una experiencia aceptada de tal modo.
Sin embargo, cuando algo resuena en medio de nuestros pensamientos cual sonido intruso en medio de una música habitual, sentimos un impulso, una energía anexa que nos mueve hacia una indagación interna y profunda. Es como si una foto que hubiésemos descartado, reapareciese entre cosas en desuso; como si una melodía olvidada volviese a resonar en los oídos, como si el aire tuviese otro aroma...
De pronto volvemos a percibir todo pero de manera diferente.
Entre el canto de los pájaros y nosotros, reconocemos el sonido, el aire, la luz, la temperatura así como podemos darnos cuenta de que no hay cosa en la Naturaleza que esté suelta o separada del resto de todas las cosas. Además, entre un pensamiento que llega y nuestra mente hay como una cuerda que une personajes, voces, sentimientos, certezas y miedos; hasta darnos de frente con la evidencia de que nuestra Naturaleza Humana forma parte de un entramado de hilos en apariencia invisibles que mantiene todo conectado, sin que se pueda pensar en un acontecimiento ocurriendo en un punto de esa red sin que afecte de algún modo al resto de todo lo unido.
Así como una flor puede regocijar con su aroma los sentidos humanos, una persona puede alterar la paz de una flor.
¿Cómo saber entonces qué es correcto o no en la interacción entre todas las cosas, los seres y las ideas que todo lo crean?
La respuesta la tiene cada persona en sí misma una vez que llega a la conclusión de que todo, en un 100%, forma parte de una misma Consciencia y que nadie pensaría crear para los otros algo negativo o dañino, a sabiendas de que en la trama interconectada lo mismo recibiría para sí; sin que el tiempo cobre valor alguno.
Compartimos archivos de memorias desde el origen de la existencia como especie y eso es parte de nuestra biblioteca de datos mentales, genéticos y espirituales.
Igual que le ocurre a un recipiente colmado de contenido que ya no puede contener más; le sucede a la mente que tampoco puede albergar intuición o inspiración con tanta acumulación de datos que sostienen memorias de conductas humanas que no han sido sanadas aún.
A sabiendas de que el pensamiento desarrolla una idea y que cada personalidad hace de ella un acto, una obsesión, un conflicto, una enfermedad y aún más; es benéfico saber que del mismo modo se pueden crear realidades sanas a partir de un pensamiento basado en una idea de mutuas responsabilidades.
Un modo de quitarle a la mente el poder de la conducción de todos nuestros estados anímicos contradictorios, es haciéndole poner pausa obligada cuando elegimos las palabras que darán forma a las ideas; sean éstas pronunciadas aún mentalmente, en el aparente silencio (porque todo vibra) tales como Luz, Paz, Comprensión, Limpieza, Libertad, etc.
De allí que compartamos desde hace algunos años, la acertada propuesta del Ho'oponopono con la aplicación de palabras-frases tales como: Lo siento; Perdona; Gracias; Te Amo.
Entre tanto, sigamos peregrinando la vía que nos llevará, tarde o temprano, a conocernos mejor.
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