Durante el trayecto los niños hablan, se mueven, el más pequeño llora y todos hacen ruido.
La ejecutiva se impacienta y trata de concentrarse mientras se ve que trabaja desde su portátil.
El señor se ve todo el tiempo agachado y mantiene su cabeza entre las dos manos mirando hacia el suelo.
La señora piensa: “Hombre tenía que ser, ni se inmuta mientras los hijos se portan bien mal”.
Su rabia aumenta y, cuando ya está a punto de gritarle para que se apersone y los controle, sucede algo inesperado.
Uno de los niños se acerca al papá y le dice llorando: “Papi, ¿a qué hora es el entierro de la mamá?
Eso la deja perpleja e inmediatamente cambia su actitud. ¡Ah, cuántos juicios elaboramos sin conocer la realidad!
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