De una alondra y su jilguero
Que recorriendo las noches
Se hallaron un día primero.
No iban buscando nada
Los lastimaban sus duelos
Sus almas adoloridas
Abrían sus alas al cielo.
Se observaron un instante
Se descubrieron sus velos
Y tomándose de las manos
Hicieron un pacto nuevo.
Comenzaron sin promesas
Los alentaba el juego
De curarse las heridas
Y envolverse en consuelos.
Sus cantos se unificaron
Y el firmamento fue el dueño
Del sentir de sus tonadas
Y el reflejo de sus sueños.
Volaron por largas horas
En la mies de los senderos
Sin apartar sus miradas
Forjando aires sinceros.
No supieron cual fue el día
En que sus almas se unieron
Recobrando la alegría
Que da un amor certero.
Fue entonces cuando los astros
Encendieron sus luceros
La luna les dio su guía
El sol un resplandor nuevo.
Se amaban con toda su alma
Sin leyes ni barulleros
Las odas eran su danza
El mar su audaz compañero.
Y así fue pasando el tiempo
Entre quimeras y fueros
Deleitando la ambrosia
Del amor puro de Eros.
Pero una noche cualquiera
De tormentas y aguaceros
El sol les negó su brillo
La luna su arco pleno.
Se levantaron con furia
Peregrinos pasajeros
Quitándoles sus suspiros
Dañándoles sus anhelos.
Ese día aquella alondra
Se separo del jilguero
Entre brumas y espinos
Bajo un paisaje ligero.
De aquella historia hilvanada
En los cerros de Morfeo
Solo la saben las hadas
Y algún duende lisonjero.
Se sabe que no fue inventada
Y aun se escuchan los ecos
De una alondra enamorada
Del cantar de su jilguero.
Si al levantar tu mirada
Observas llorar el cielo
Sabrás que son esas alas
Que declinaron su vuelo.
Y ese día entenderás
Que al final de los senderos
Existen aves de paso
Como alondras y jilgueros.
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