A VECES LLORO;
A veces nos cansamos, llegamos al límite de nuestras fuerzas y, simplemente, nos dejamos llevar.
Llorar no es rendirse, ni aún menos es signo de debilidad.
En ocasiones no tenemos más remedio que recurrir a este desahogo necesitado porque estamos cansadas.
Cansadas de ser fuertes. Porque la vida exige demasiado, y quienes nos rodean no siempre son conscientes de todo lo que damos a cambio de nada.
No lleves el peso del mundo a tus espaldas.
Carga con todo aquello que de verdad es esencial para ti y no olvides nunca que tu corazón necesita de un espacio privilegiado para ti misma. Y si necesitas llorar, hazlo, porque sólo los más fuertes pueden permitírselo.
No se puede ser fuerte todos los días!
Es posible que también a ti te educaran bajo esa idea de que las lágrimas deben “tragarse”. De que la vida es dura y que llorar no sirve de nada.
Esta idea, a largo plazo, puede ocasionarnos problemas muy serios a nivel emocional.
* El “no llorar” implica a veces no demostrar lo que sentimos y esconder bajo falsas apariencias “que no estamos bien”.
* Si te empeñas en aparentar normalidad, escondiendo sentimientos y problemas, al final no sólo esconderás tus emociones ante el mundo, también las esconderás para ti misma.
* Las emociones que se ocultan son problemas que no se afrontan. Y un problema no gestionado, es una emoción que acaba somatizándose en forma de dolor de cabeza, de migrañas, cansancio, tensión muscular, mareos, problemas digestivos…
No se puede ser fuerte todos los días, al igual que nadie puede esconder su malestar o tristeza durante toda su vida.
No es saludable ni higiénico. Debes permitirse ese instante de desahogo donde las lágrimas actúan como auténticas
liberadoras de estrés, nervios y emociones.
- Llorar sana.
- Las lágrimas son un desahogo que conforma el primer paso del cambio. Supone asumir nuestras emociones y liberarlas.
- Tras el lloro llega la calma.
Nos sentimos más relajadas para ver la realidad y tomar decisiones.
La necesidad de ser fuerte cuando la vida nos pide demasiado.
Nadie más que tú sabe lo que has invertido para estar donde estás. A lo que has tenido que renunciar por los tuyos, por la gente que amas. Y todo lo has hecho con libre voluntad porque era lo que deseabas, es algo que sabes, pero siempre llega un momento en que parece que la vida y, más aún, las personas que te rodean, no nos tratan con el aprecio que nosotros hemos mostrado.
Ser fuerte implica permitirte “ser débil” de vez en cuando.
¿Qué queremos decir con esto?
- Tienes derecho a decir que “no puedes con esto y aquello”, que te supera, que no vas a asumir más responsabilidades de las que ya tienes.
- Tienes derecho a decir que “no puedes más”, que necesitas un descanso.
- Tienes derecho a pedir respeto, a demandar cariño, afecto y reconocimiento. Quien necesite de ti debe comprender que también tú necesitas de ellos.
Y, por supuesto, tienes todo el derecho a tus instantes de desahogo personal, de buscar un instante de intimidad para pasear y pensar en ti misma, para llorar, para escuchar tus pensamientos y atender tus emociones, para tomar decisiones y avanzar.
Porque la vida es, al fin y al cabo, eso mismo.
Caminar nuestros propios senderos vitales con el máximo equilibrio y bienestar interior.
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