Una Mujer, que ejercía el trabajo de la prostitución para ganarse la vida, contaba con una gran cantidad de clientes en todos lados.
Ella sabía, que por su profesión, ningún hombre, nunca la iba a pretender como esposa, así que, fue a un hospital y le dijo al médico que le quitara la matriz para no seguir yendo a practicarse abortos.
Después de algunos años, mientras caminaba por ahí, alguien le habló de la palabra de Dios y de inmediato, y con aferrante convicción, ella dio su vida a Cristo Jesús y comenzó a trabajar en la iglesia , convirtiéndose así, en una mujer dedicada exclusivamente a Dios.
Conforme pasaba el tiempo, en la iglesia, cierto día, uno de los pastores la llamó y le dijo. - Mi hermana, el Señor me ha hablado y me ha dicho que tú eres mi esposa, así que quiero casarme contigo. –
La mujer sonrió y le dijo. - Hermano, el Señor no ha podido decirle eso, o tal vez usted no lo escuchó bien, será mejor que se regrese, porque ni siquiera estoy planeando casarme con hombre alguno.
Poco tiempo después, el hombre volvió le dijo nuevamente. – Hermana, el Señor me ha vuelto a decir que usted es mi esposa. -
La mujer sonrió nuevamente y le pidió al pastor que se sentaran para ella explicarle su vida anterior y del porqué ella no pretendía casarse con nadie, contándole que se había practicado una cirugía en donde le habían extraído la matriz después de haber tenido muchos abortos.
Mas, el hombre todavía insistía en casarse con ella, pues había sido ordenado por Dios y por eso tenía que ser su esposa.
Así pasaron varios encuentros más, en que el pastor le decía a la mujer, que el Señor Dios, le decía que tenía que ser su esposa.
Cierto día, la mujer terminó por aceptar las órdenes que mandaba el Señor y poco tiempo después, se casaron he hicieron una hermosísima ceremonia en la iglesia.
No habían pasado muchos meses, cuando, cuando la mujer bajo una enorme felicidad le dijo al esposo que estaba embarazada, entonces fueron al mismo hospital, en donde tiempos atrás, le habían removido la matriz.
El médico, al verla, se extrañó y se dijo a sí mismo, qué buscaría en su hospital.
La mujer le explicó que se había casado y le presentó al esposo y le dijo que había ido para controlar su embarazo.
El doctor, más extrañado, pensaba que se trataba de alguna broma de ambos y pidió más respeto hacia él, pues, él mismo le había extirpado la matriz en la sala de cirugía y por lo tanto, jamás volvería quedar en estado de embarazo.
La mujer le explicó, que ya no era aquella mujer que acudía muy constantemente a ese hospital, que ahora era una nueva mujer, renovada por la sangre de nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto, bajo su inmenso poder y su bendita misericordia, le había hecho el milagro de reconstruirle su vientre y así volver a aceptar vida en su interior.
Y así fue, después de unos exámenes, el doctor miraba con asombro los resultados de la mujer que revelaban dos meses de gestación dentro de ella y así, conmovido en gran manera y con lágrimas en los ojos, el doctor se arrodilló ante la dichosa mujer y le pidió que por favor le presentara a su Dios para él también adorarle.
Y a su preciso y debido tiempo, la renovada mujer dio a luz un enorme y sano bebé, que gozaba de una enorme belleza, como todo lo que hace Dios.
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